Betty Ríos (73) tiene una importante disminución visual, le cuesta mucho caminar y se sostiene casi siempre de un bastón. Además, cada tanto suele tener ataques de epilepsia con ausencias temporales en su memoria por lo que se encuentra medicada. Sin embargo, en estos días de aislamiento preventivo y obligatorio sigue tejiendo (y aún con más ímpetu) unas mantitas para abrigar a muchos bebés en la provincia de Salta.
Betty es de Buenos Aires y a los 20 años comenzó a tejer zapatitos, remeras y pulóveres. En esa época en la que veía lo hacía como un hobby y seguramente no imaginaba que mucho tiempo después sus ligeras manos solidarias iban a ponerse al servicio de la comunidad en un momento de mucha incertidumbre y adversidad.
Hace unos 15 años Betty participó de una reunión organizada por el movimiento de los focolares, de origen laico y liderado por feligreses que no son ni curas ni monjas. Ese día, por esas cosas del destino y las causalidades, conoció a Analía Maezo, una mujer que formaba parte de ese grupo. «Le insistí varios meses para que retomara el tejido, pero ella no se sentía capaz. Finalmente, creo que ganó mí persistencia y de a poco comenzó a tejer nuevamente y cada día estaba más feliz de hacerlo. Se levantaba entusiasmada cada mañana para tejer más y más», recuerda Analía.
Hace unos 10 años Analía invitó a Betty a participar de un grupo de mujeres voluntarias que tejían en forma solidaria para bebés recién nacidos en los hospitales de toda la provincia de Salta. En noviembre de 2018 comenzó a llamarse «Mantitas Salta».
«Todo el día estoy tejiendo, solamente lo dejo para desayunar, almorzar, merendar y cenar «, cuenta Betty, tímidamente.
Contagiando tejido y solidaridad
Betty, que no tiene hijos, vive sola pero cuenta con la compañía de Carolina Quiroga que se ocupa de todas las tareas domésticas y, además, la ayuda en su noble tarea solidaria.
«Empecé a prestar atención a cómo lo hacía ella y de a poquito le fui agarrando la mano porque si bien ella no puede explicar con palabras cómo se empieza a tejer puedo ver lo habilidosa que es con sus manos. Tiene que armar unos cuadraditos de 20 x 20 que lo hace de una manera muy rápida», cuenta Carolina.
La producción de cuadraditos se entrega una vez al mes en la reunión de Mantitas Salta. Se trata de una «mateada» con informe de las tareas realizadas, entregas de los hospitales, eventos de los que se participó, campañas de recolección de lana y entrevistas realizadas. «Yo me encargo de buscar a Betty por su casa en auto para llevarla a esta reunión mensual. Ella disfruta mucho de cada evento, es una de sus pocas salidas en tiempos normales. Y charlamos, nos divertimos con skech o disfraces, sorteos, festejos de cumpleaños» , expresa Analía.
Ni la cuarentena la detiene
Cuando el gobierno decretó el aislamiento preventivo y obligatorio Betty se quedó sin lana para poder seguir tejiendo en su casa. Entre triste y preocupada le pidió a Carolina que buscara la forma para poder tener esos elementos en su casa porque no quería dejar de ayudar en estos tiempos de la pandemia en el que, obviamente, los bebés siguen naciendo y las necesidades van aumentando.
«Le pregunté a Analía y ella me mandó la lana a través de una moto. Me llena de orgullo ser la compañía de Betty ya que ella es feliz con lo que hace, le gusta todo esto de la solidaridad. Además, cuando vienen chicos a pedir comida ella siempre les brinda lo que tiene para que no pasen hambre», se emociona Carolina».
«Yo creo que el amor mueve el mundo. La solidaridad moviliza los corazones. La cuarentena no puede parar el amor. Podemos aprender que a pesar de nuestras limitaciones físicas o mentales siempre algo vamos a hacer para ayudar y salir de nosotros mismos. Siempre podemos darnos a nosotros mismos: nuestro tiempo, nuestra atención, nuestro servicio, nuestro conocimiento, nuestra energía, nuestra voluntad, nuestra empatía y nuestra experiencia. Ser un don para el otro. Todo eso pone Betty en esos cuadraditos tejidos «, cierra Analía.
Fuente: La Nación