La salida de funcionarios cercanos y la ratificación de los cuestionados enfrió la relación de la diputada con el Presidente. Pero no quebró el apoyo electoral: ella dijo que es “un sacrificio por la República.
De hecho, Carrió tiene pensado condicionar la candidatura a senadora que le propuso el jefe porteño, Horacio Rodríguez Larreta -el único referente del PRO con el que mantiene diálogo-, a que Quintana lo acompañe en la boleta, pese a su mínimo índice de conocimiento.
La primera vez que en el campamento de la chaqueña sonó la canción de Alberto Cortez, “Cuando un amigo se va”, fue en abril de 2017, con la despedida de Carlos Balbín como procurador del Tesoro. El abogado radical insistía en auditar las deudas que dejó el Correo tras la fallida gestión de la familia Macri y su salida fue lamentada tanto por Lilita como por Daniel Angelici. Fue la única vez que coincidieron.
Con el presidente de Boca le ocurrió a Carrió lo mismo que con el resto de sus enemigos íntimos: no pudo quitarlos del entorno presidencial. Esa lista incluye a Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, cabezas de la Agencia Federal de Inteligencia, y el ministro de Justicia, Germán Garavano, de quien pidió el juicio político.
También Patricia Bullrich fue ratificada por Macri tras una andanada de la líder de la Coalición Cívica, que calificó de “fascista” al protocolo policial de la titular de Seguridad. La particularidad es que se trató de un divorcio: ambas fueron aliadas y hasta Lilita coló en el equipo de “Pato” a la ex massista Florencia Arietto. Aunque el único lilito “puro” en el Gobierno es Fernando Sánchez, funcionario de la Jefatura de Gabinete.
Otro sonado divorcio político del estilo Lilita (que carga con otros dos en su vida matrimonial) fue el que protagonizó con Emilio Monzó. Culpó al presidente de la Cámara baja de negarle la palabra en el debate por el aborto y se vengó pegando el faltazo a la ceremonia de reelección.
Carrió también perdió un amigo en la cúspide del Poder Judicial. Se trata de Horacio Rosatti, a quien había recomendado para que Macri lo designe en la Corte y ahora se alió a Ricardo Lorenzetti, el enemigo número uno de Lilita, para impedir una auditoria a la gestión del ex titular del tribunal. Con Rosatti, ex intendente peronista de Santa Fe, Carrió compartió la Asamblea Constituyente que arrancó en mayo de 1994 en esa ciudad y en la que pasó del debut a un estrellato político ininterrumpido.
Los movimientos, pero sobre todo las denuncias de la diva de la Coalición Cívica son seguidas desde entonces con atención por todo el espectro no peronista, en algunos casos por adhesión y en otros tantos por temor. En el caso de Macri pesan tanto una cuestión como la otra. Por eso intentó poner paños fríos cuando un tuit de Carrió les dio jerarquía de “héroes” a los tres funcionarios de la AFIP desplazados en octubre: Horacio Castagnola, Jaime Mecikovsky y Carlos Bo, quienes enfocaban su mira en las cuentas de Angelo Calcaterra, primo del Presidente.
En el arranque del año, Carrió se recluyó en su chacra de Exaltación de la Cruz (a 82 kilómetros de Capital) bajo promesas de reconciliación. Esta semana recibirá al nuevo titular de su partido, Maximiliano Ferraro, para analizar qué reclamarle a Peña, el jefe de campaña, cuando peregrine a ese lugar. A Macri, por ahora, le dedica el “sacrifico”, pero no el oído.