Estudió Economía en la Universidad de Buenos Aires e hizo el máster en la Universidad Torcuato Di Tella. Durante la década del 80 se desempeñó en el Banco Central, en la Gerencia de Investigaciones Económicas y en la Subgerencia del Área Externa. Luego trabajó como consultor de economía con Miguel Ángel Broda. En 1991 fundó MS Consultores (hoy MacroView), junto con Rodolfo Santangelo. En 2016 fue presidente del Banco Nación.
Carlos Melconian es uno de los economistas más respetados en la Argentina. Su experiencia en la gestión pública incluye un paso por el Banco Central y la presidencia del Banco Nación. Desde 1991 dirige MacroView, junto con Rodolfo Santangelo.
–¿Por qué está tan alta la inflación? ¿Bajará en algún momento, teniendo en cuenta todos los incrementos que vienen?
–Cuando finalice este año, la Argentina estará cumpliendo un ciclo de cuatro años en un nuevo rango inflacionario. La inflación comienza en 2005; pero, para la popular, empieza en 2007, cuando era del orden del 20% anual. Recordemos que en ese entonces había represión del Indec. Ahora estamos asistiendo a otra represión, pero en blanco, producto de la pandemia. Aquella tasa de inflación se sostuvo hasta 2014 y ese año salta al 38% por la devaluación de Juan Carlos Fábrega y Jorge Capitanich [por entonces, presidente del Banco Central y jefe de Gabinete, respectivamente]. La inflación tiene origen multicausal –ahora que está de moda decirlo–, pero la devaluación le dio el salto de veinte monedas a 38%. El año pasado la inflación fue de 36%, pero con un 10% o 12% de represión, según nuestros cálculos, lo que la pone de nuevo arriba de 40%. Queda abierta la de este año, que por el momento está en el 4% mensual. Terminaremos en el rango de 40% también. Cuidado, porque estamos en un nuevo estadio inflacionario.
–¿A cuánto estamos de que se pueda prender un chispazo y esto termine mal? ¿O hay margen todavía y es una exageración pensar eso?
–No sé si Berretalandia tiene un estadio estacionario berreta o si es paulatinamente declinante, o sea, si será todo más berreta con el paso de tiempo. El mayor dilema de Berretalandia es que empezó faltando más de tres años para el cambio de gobierno. La pregunta es si Berretalandia evita fogonazos. Porque Berretalandia es profunda en control de cambios, en intervención; es un ejercicio antiinversión evidente e irreversible, pero controla todo, para que se pongan contentos aquellos que extrañan a la Unión Soviética. Ahora las cosas se pueden manejar, pero cuanto más manejás y más expulsas, más desconfianza ganás y más berreta es. Hay indicadores que paulatinamente se deterioran y mucho no me gustan, en términos de que se puede venir la tormenta. El ejemplo número uno que llevo en la sangre es el balance del Banco Central. Berretalandia se ocupa de que a $90 por dólar el oficial no ha acumulado atraso cambiario, que es un resorte de una explosión siempre evidente. El otro tema que tendrá que calmarse es la expansión de la moneda y el agujero fiscal. Está la excusa de la actual coyuntura, de la pandemia. Pero producto del final devaluatorio del anterior gobierno, de la pandemia y del agujero fiscal, ahora entramos en un estadio inflacionario diferente. Tampoco tenemos un tema cambiario, pero me preocupa muchísimo el deterioro evidente del Banco Central bien medido en su balance. No hay ninguna posibilidad de estabilizar la economía argentina sin previo arreglo del balance del Banco Central.
–¿Cómo se arregla eso? La Argentina tiene la suerte del alza de los precios de las commodities y la suerte de la llegada de los fondos del FMI. Sin embargo, este año tiene que pagarles a los organismos internacionales y quiere pisar el tipo de cambio.
–En estas cabezas sectorexternistas, los dos “lotos” ayudan a Berretalandia al “siga, siga” de Lamolina [Francisco, exárbitro de fútbol]. Un mercado cambiario con reservas líquidas negativas y supercepo no lograba controlar la venta de dólares. Hasta que llega el “loto uno”, más un torniquete adicional del supercepo. El “loto uno” permitió un poco más de liquidación de exportaciones y un sobrante para intervención en los mercados paralelos. Hasta reconoció el propio ministro que, en forma oscura, este Gobierno está vendiendo dólares y absorbiendo pesos; cosa que hizo por lo menos hasta febrero, inclusive. El “loto uno” trabajó un montón y tiene para trabajar. Si son vivos, aflojarían con el Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones (SIMI), porque, si no, pueden abortar el nivel de actividad por desabastecimiento. El “loto uno” cumple con creces, salvó las castañas del fuego, evitó el salto cambiario, hizo que el Central, aunque no acumule reservas porque les paga un poco a los organismos internacionales, pueda vender en el CCL. El “loto uno” le dice a Berretalandia: “Dale, dale, dale”.
–¿Y la segunda lotería ganada?
–El “loto dos”, que todavía hay que confirmar, es una cosa curiosa; es un aumento de la emisión monetaria del Fondo hecha para países caribeños y africanos, para que compren comida y vacunas. Está hecho para todos sus socios, pero lo van a usar países con PBI per cápita muy inferiores a la Argentina. El país, en vez de comprar comida y vacunas, se tirará el lance de repagarle al Fondo y se saca ese balurdo de encima, que no iba ni para adelante ni para atrás, y que implica el pago y la condicionalidad. Y se saca en el mercado cambiario la tensión finita que traía ahí.
– Y hay que hacer algo con el Club de París; hay vencimiento el próximo mes…
–Para que el Club de París permita una postergación de pagos es necesario tener un acuerdo con el Fondo o tener el artículo IV [el monitoreo de la situación fiscal, monetaria y externa que hace el FMI]. Tirarán un año con el pago al Fondo con los DEG que recibirán. Hay que buscar una situación sui generis. ¿Qué queda pendiente en el programa sietemesino, de abril a octubre? Queda pendiente la vacuna y los efectos directos e indirectos de la segunda ola.
–En el presupuesto que diseñó Martín Guzmán no había margen para el gasto Covid. ¿Cuánto más puede gastar y cómo se financia?
–Hay que hacer tres grandes divisiones “verduleras” en los números fiscales al final del día. Hay tres fuentes fiscales o cuasifiscales que generan emisión: el Banco Central por sus operaciones de mercado abierto, la deuda del Tesoro en pesos y el déficit fiscal primario. Y tenemos que trabajar más o menos con el siguiente ejercicio para 2021. El Tesoro logra hacer rollover en el mercado local de su deuda con el esfuerzo de capitalizar ajustes e intereses que significaría nuevo endeudamiento. Hay una segunda tarea, que es muy relevante por su magnitud, que tiene que ver con el déficit cuasifiscal del Banco Central, que casi se duplica a más de $1,2 billones. Suponemos que se hará rollover también, con la duda de si podrá sostenerse la tasa de interés. El que va al matadero a pura emisión de moneda es el déficit primario, que será de $1,5 billones (hasta ahora se le ha solicitado $1,2 millones al BCRA). Ahí estaremos hablando de 50% a 55% de expansión de base monetaria y el impuesto inflacionario quedaría concentrado 100% en la emisión del déficit fiscal primario.
–Teniendo en cuenta todo este contexto en el que se acumulan problemas, ¿cómo ve el día después del fin del plan sietemesino?
–El año sietemesino se termina en 2021 y hay dos características básicas en 2022: que es un año sin elecciones y que hay que sentarse con el Fondo, porque US$18.000 millones de helicopter money no habrá. El programa sietemesino termina porque es insostenible. Ahí el elemento deseado es saber si toman algún tipo de rectificación, como fue el año 2014 de Fábrega y Capitanich, empujados por la realidad. En 2014 hubo un salto devaluatorio, ajuste tarifario, ajuste de la tasa de interés, acuerdo con el Club de París, acuerdo con exportadores para que liquiden cerealeros, acuerdo con los bancos para que vendan la posición en dólares y, en algún momento, hubo un intento de acuerdo con los buitres para arreglar la deuda, que abortó después el entonces ministro de Economía Axel Kicillof. Cristina hizo todo eso en 2014. ¿Será 2022 un 2014? Hay un tema distintivo: vamos a estar en un régimen inflacionario que es el doble del de aquel entonces.
–¿Cómo llega el salario a las elecciones?
–Sobre 46 millones de habitantes, 21 millones es población económicamente activa. De los 18 millones de ocupados, hay 6,5 millones de informales; 3,3 millones de empleo público; 2,9 millones de empleo precario y monotributo, y 5,8 millones de formales. ¿A qué llamamos salarios? El programa sietemesino desinflacionario tiene represión cambiaria, represión de la tasa de interés, represión de precios, y dicen que va a crecer el salario por arriba de la tasa de inflación. Pero, simultáneamente, piden que firmen paritarias con el 29%, para estar en línea con la inflación, y después vamos a las cláusulas gatillo, porque tienen miedito a Lorenzo “Miguelazo”.
– ¿Cómo se piensa una recuperación de la Argentina cuando hay 42% de la población en situación de pobreza?
–El único remedio que tiene la pobreza es lograr que la economía empiece a crecer. Si la economía no crece, la pobreza no tiene solución. Si crece la economía, podemos discutir cómo se solucionan los problemas. Si hay inversión, hay empleo y hay crecimiento. Es un tema muy delicado, porque yo soy de los que cree que el derrame no resuelve.
–El rebote que habrá en 2021, ¿será el comienzo de años de crecimiento sostenido?
–No. La Argentina está en un proceso previo a la pandemia de estanflación de 2011 a la fecha. No es que veníamos bien, hace un impasse la pandemia y volvemos a la ruta. El resto del mundo tenía una tendencia de crecimiento, de la cual se desvió. Están discutiendo el formato de la recuperación y de la eventual vuelta a la ruta. La Argentina está ante una nueva enfermedad, porque tenía stop and go y se pegaba una piña violenta, hasta que vino un cambio de régimen como fue el de Carlos Menem, y la metió en un sendero de crecimiento. Después de Menem viene la piña de 2001 y aparece San Remes [Lenicov, exministro de Economía de Eduardo Duhalde], más un país capitalizado, más commodities, y viene la ruta de Néstor Kirchner. Esta crisis es distinta. Esto es a posteriori de un estancamiento, no de un stop and go o de un país capitalizado. Todavía no es una década de 2000 en commodities, no hay cambios de régimen, no hay reforma, no hay cambio organizacional, no hay política exterior, no hay atracción para la tasa de inversión. ¿Por qué vamos a volver a una ruta de crecimiento? ¿Por un acto de fe? Dudo que el punta a punta de los cuatro años de Alberto Fernández dé cero, porque arrancó con un 10% de caída del PBI. Ahora, hay que hacer mínimo 10% como para ponerse como el primer día. Es verdad que tocó la pandemia, pero en 2003 no dijeron que les tocó un país capitalizado, San Remes y commodities.
¿Cuáles son sus cinco equipos de Racing favoritos?
1) El del 66 (de José): 1966-1967
2) El de Chacho Coudet: 2018-2019
3) El de Mostaza Merlo: 2001-2002
4) El de Diego Cocca: 2014-2015
5) El de Coco Basile: 1985-1989