El concepto “casa de barro” dispara inmediatamente en el imaginario colectivo la idea de algo viejo, precario, sucio e incómodo. Nada más lejos de la realidad que construye un grupo de familias en Corral de Bustos, en la provincia de Córdoba. En plena crisis habitacional y climática, un grupo de personas se especializó en bioconstrucción para cumplir lo que describen como “el sueño de la casa de adobe”, según publica TN.
“Estábamos experimentando con barro en un casco de un campo que nos prestaron, pero no veíamos buenos resultados. Contra cualquier desilusión, Pepe (un vecino de Corral de Bustos) estaba decidido a construir su propia casa de barro. La gente del lugar nos contó que se estaba dictando un curso de Bioconstrucción en El Bolsón, de Jorge Belanko; un maestro mayor de obras con más de 40 años de experiencia en Técnicas de Tierra Cruda. Ahí nos enamoramos del barro por completo”, cuenta el bioconstructor Mauricio Amaya.
¿Qué es la bioconstrucción?
La bioconstrucción es un método arquitectónico que tiene por objetivo crear edificaciones respetuosas con el ambiente y en armonía con la salud humana. La clave está en la utilización de materiales naturales y renovables -como la madera, la arcilla, el adobe, la paja o el bambú-, que promueven la eficiencia energética.
“Después de hacer el curso y asistir a muchas reuniones con los vecinos, en un año y medio terminé mi casa, la primera en nuestra localidad, y hoy puedo decir que es una alternativa habitacional excelente”, explica Pepe Acosta. “Entre las principales ventajas destaco que es infinitamente más accesible económicamente, que desaparecen los problemas de humedad y que la casa es templada: fresquita en verano, y calentita en invierno”, detalla.
Sobre las desventajas, Mauricio Amaya indica que “el trabajo en la construcción es mucho y es duro, pero actualmente -si se quiere- hay tecnología y máquinas que pueden hacer más liviano el proceso. También es importante que nunca estamos solos, nos acompañamos, nos enseñamos. La solidaridad es un valor muy fuerte”.
Volver a respirar: la historia de Sofía y Alejandro
Sofía Arévalo y Alejandro González se conocieron, se pusieron de novios y un día cualquiera fueron de visita a la casa de Pepe. “Entré y respiré distinto, me enamoré por completo de ese lugar y pensé que no era ninguna locura y que lo podíamos hacer”, dice Sofía entusiasmada.
“Quedé embarazada y decidimos avanzar con la casa. Lastimosamente, el bebé falleció y paramos todo por un año. Después juntamos fuerzas, retomamos la construcción y tuvimos otro hijo. La bioconstrucción nos cambió la vida. Y el rol de Pepe y de Mauricio fue fundamental, nos enseñaron técnicas y nos acompañaron en el proceso para tener nuestro propio hogar”.
Al final de la jornada laboral -Sofía trabaja en un local de comidas y Alejandro en una fábrica y una peluquería- la pareja iba directamente a la casa de barro en construcción con su hijo Genaro de dos años y medio.
“Marcamos la casa, los cimientos, el encadenado. Hicimos todo y dejamos de alquilar. En total gastamos entre $800.000 y $1.500.000. Hoy en día esta es la única manera de tener una casa propia y yo quiero transmitir a la gente que hacer una casa de barro va a ser lo mejor que hizo en su vida”, enfatiza la joven.
Las barreras y los desafíos a superar
“El desafío principal para nosotros es que nos escuchen en las municipalidades de la zona, porque el problema habitacional cada vez es mayor y necesitamos que se apliquen ordenanzas para la construcción con tierra cruda. Presentamos tres proyectos con distintos arquitectos y siete bioconstructores para poder avanzar con los trámites municipales correspondientes. Sin embargo, no fuimos escuchados, no obtuvimos ninguna respuesta”, indicó.
Esta técnica prioriza la salud de los ocupantes al evitar el uso de materiales tóxicos, compuestos orgánicos volátiles y sustancias nocivas. Asimismo, permite crear edificaciones duraderas que tienen un ciclo de vida mucho más largo que el de las viviendas convencionales.
Ante todo, constituye un cambio de paradigma necesario y urgente en pos de la transición energética. Según datos de la ONU, el sector de la construcción es responsable de más del 34% de la demanda energética y alrededor del 37% de las emisiones de carbono asociadas a la energía. Por eso, es un sector que necesita redefinir sus pilares, literal y metafóricamente.