El interior se recupera más rápido que Buenos Aires, pero no llega a compensar los problemas en la mayor parte de la economía.
Una caída a dos velocidades. Durante el segundo trimestre, la industria se contrajo casi un 40% en las zonas más afectadas por la cuarentena, como el área metropolitana de Buenos Aires y sus alrededores, describe Clarín. En cambio, en el interior, el retroceso fue del 11,8%, según un informe de Panorama Productivo elaborado por el ministerio de Desarrollo Productivo que conduce Matías Kulfas.
Con la mayoría de la economía en rojo, la situación comienza a complicar el empleo y deprime los salarios, según advierte este trabajo.
Las ventas de cemento y nafta son dos indicadores cruciales. El consumo de ese insumo para la construcción bajó un 80% interanual en la ciudad de Buenos Aires en mayo, mientras que retrocedió un 48% en el conurbano. Ambos están por arriba del promedio nacional, donde la reducción de la producción de cemento orilló el 33%.
El 4% de las empresas dejó de mandar los datos de sus trabajadores a la AFIP entre enero y mayo, lo que podría ser una señal que dejaron de operar. Además, los salarios del sector privado están 8% por debajo, lo que es doblemente perjudicial ya que la inflación acumulada interanual supera el 40%.
En el semáforo de la actividad, once de diecisiete sectores están en rojo, dos en amarillo y solo cuatro crecen.
Sobre el cemento, un indicador muy mirado por los economistas, el consumo cayó 79,9% interanual en la ciudad de Buenos Aires y 47,9% en el conurbano bonaerense, por arriba del promedio nacional (32,8%). “En todas las provincias del NOA y el NEA (salvo Tucumán y Salta), las variaciones fueron incluso positivas en términos interanuales. La mejora estuvo motorizada particularmente por las ventas de cemento en bolsa (que sugieren compras minoristas con vistas a refaccionar hogares), que fueron mayores que las de cemento a granel (que son un acercamiento de la demanda de las grandes constructoras)”, observa el trabajo del Centro de Estudios para la Producción. En junio, los datos muestran una disminución menos drástica.
El récord de caída en la demanda de energía eléctrica de abril, del 33%, comenzó a recortarse semana a semana. Muchas fábricas reanudaron operaciones desde el 10 de mayo y eso se reflejó en los números de junio, ya que la disminución de la electricidad requerida a través de Cammesa -la mayorista del sistema- fue del 15%. Al 7 de julio, la baja es del 12% “Varios datos sectoriales van en la misma dirección. La producción automotriz fue nula en abril y muy reducida en mayo. En junio la fabricación de vehículos se incrementó sensiblemente, y la caída interanual pasó del 84% en mayo al 34,5% este mes. Producto del gradual aumento de la producción, la firma Toyota –la más exportadora del sector‒ anunció que para fines de julio incorporará un nuevo turno en su planta de Zárate”, destaca el informe.
Los datos del empleo son preocupantes. “Entre febrero y mayo el 3,9% de las empresas dejaron de enviar sus declaraciones juradas a AFIP. Con el correr de los meses, se podrá conocer si estas bajas son definitivas o solo transitorias; de todos modos, es un indicador que ilustra el severo daño que generó el coronavirus”, explica el Centro de Estudios para la Producción. Hoteles y restaurantes, con un 13,8% de bajas, y servicios culturales, deportivos y de esparcimientos registran un 8,2% menos de empleos. Son “las dos ramas de mayor afectación por el COVID-19, y en las que se aprobó para más del 80% de las empresas inscriptas al programa de la ATP que el Estado pagará parte de su masa salarial.En ningún otro sector ese porcentaje de aprobación fue tan alto.
Entre febrero y abril se destruyeron 174.000 empleos en las empresas, es la mayor caída desde principio de 2002. El empleo independiente formal baja un 3,4% para monotributistas y 4,9% para autónomos, desde febrero a abril. Los que zafan son los que viven del empleo público, ya que esa categoría lejos de bajar, acumula un alza del 0,2%.
“La caída del empleo en relación de dependencia se está produciendo no tanto por despidos (que permanecen relativamente bajos por la prohibición de despedir y la doble indemnización), sino porque prácticamente no hubo contrataciones. De este modo las bajas, por ejemplo, por jubilaciones, renuncias o finalización de períodos de prueba no son compensadas con nuevas altas”, aclaran.
En abril, de acuerdo con el Ministerio de Trabajo, los salarios en el sector privado formal bajaron un 7,9% en términos nominales, el mayor valor desde por lo menos 1995. Eso implica que en términos reales, sumados a la inflación acumulada, los sueldos perdieron casi la mitad de su poder adquisitivo. “La principal razón radica en las suspensiones, que alcanzaron al 8,8% del empleo registrado en mayo, el mayor guarismo desde que hay registro. En la medida en que las empresas continúen normalizando la producción, es esperable que ese porcentaje vaya disminuyendo y, de este modo, el salario promedio vaya retornando a los niveles de marzo. Esto contribuiría a motorizar la demanda interna y, a su vez, retomar el círculo virtuoso de la producción y el empleo”, se ilusiona la investigación del Centro de Estudios para la Producción.
El semáforo de los sectores industriales muestra en “verde” a medicamentos (su producción subió un 4,5% en mayo y ya lleva una suba acumulada del 0,7&), agroquímicos (mejoró 5,6% en mayo y 11,8% entre enero y mayo), maquinaria agrícola (con una suba del 32,6% en mayo) y tabaco. Este último todavía está con recesión, pero su pedido de electricidad a Cammesa subió casi un 59%, por lo que se cree que se está recuperando.
En amarillo, están la molienda de oleaginosas, que cae 3,5%, aunque los subproductos de aceites y soja están para arriba. Los materiales de construcción están saliendo de una caída del 34% en mayo para ir a una suba interanual del 1,7% en junio.
El resto de la economía está en rojo. Ya ni alimentos -que andaba bien cuando arrancó la cuarentena- está exceptuado de la malaria. Hay caídas en preparación de frutas y hortalizas (29,6%), bebidas salvo vino (19% en gaseosas, aguas, sodas, cervezas, jugos para diluir, sidras y bebidas espirituosas). El Gobierno cree que se “trata de consumos asociados a bares y restaurantes y, en este último caso, también reuniones sociales y circulación callejera”.
Los químicos, también la madera, edición e impresión de papel. Igual suerte corre la refinación de petróleo, siderurgia, aluminio, automotriz, maquinaria y equipo, productores textiles, golosinas, y noches de alojamiento en hoteles.