Rio de Janeiro enterraba ayer a las víctimas del asesino que el jueves mató a 12 niños y adolescentes en una escuela antes de suicidarse, en medio de la congoja y la indignación de un país que busca entender qué motivó el ataque, sin precedentes en América Latina.
Una multitud se concentró en la mañana del viernes en el cementerio Murundu, cercano a la zona de Realengo, el suburbio del oeste de Rio donde se ubica la escuela primaria en la que ocurrió el ataque, constataron periodistas de la AFP.
(Jornada)