Fue un comienzo atípico para una gira atípica de un mandatario atípico. En su primer día con agenda oficial en Washington, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, cruzó el río Potomac y fue hasta Langley, Virginia, a la sede de la Central de Inteligencia (CIA) para remarcar uno de los objetivos que trajo a su viaje a Estados Unidos, el primero desde que asumió: reforzar la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico.
Ese fue, al menos, el motivo que dejaron trascender desde la delegación de Bolsonaro, un día antes del plato fuerte de la visita de tres días: el encuentro con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que aquí ya ha sido bautizado «la cumbre de la ultraderecha».
La visita de Bolsonaro a la CIA se conoció también por canales «trumpistas»: fue anticipada por uno de los hijos del mandatario, el diputado Eduardo Bolsonaro, a través de su cuenta de Twitter.
«Ahora voy con el presidente y los ministros a la CIA, una de las agencias de inteligencia más respetadas del mundo. Será una excelente oportunidad para discutir temas regionales con expertos y técnicos de primer nivel», indicó el hijo del presidente.
La CIA evitó dar información alguna sobre la visita de Bolsonaro. Desde la delegación del mandatario indicaron que el objetivo fue dar cuenta de la importancia que tiene para la nueva administración la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. La fuerte inseguridad que azota a Brasil fue uno de los catalizadores del inesperado ascenso político de Bolsonaro, quien ha sido bautizado el «Trump tropical».
Ya desde antes de que Trump y Bolsonaro se vean cara a cara, abundaron las muestras de sintonía y afinidad. Trump lo alojó en la Casa Blair, la residencia oficial reservada para las visitas de Estado, frente a la Casa Blanca. Le había dado el mismo trato al presidente Mauricio Macri cuando se vieron por primera vez, a principios de 2017. Una diferencia: Bolsonaro y Trump brindarán, hoy, luego de su reunión, una conferencia de prensa, algo que con Macri no ocurrió.
Bolsonaro decidió romper con una tradición y voló a Washington, y no a Buenos Aires, para su primer viaje oficial fuera de Brasil. Ayer le ofreció otro guiño a Trump: le dio una entrevista a la cadena Fox, la favorita del mandatario norteamericano.
«Quiero un Brasil grande como él quiere un Estados Unidos grande», había dicho Bolsonaro el domingo por la noche, en el primer evento en esta capital: una cena con intelectuales y periodistas afines en la embajada de Brasil entre quienes estaban Steve Bannon, exestratega de Trump, y Olavo de Carvalho, considerado el gurú del brasileño.
Esas primeras horas de Bolsonaro en Washington estuvieron abocadas a ofrecer señales al mundo acerca del rumbo que adoptará la economía más grande de América Latina bajo su mando. Bolsonaro dijo que quería liberar a Brasil de la «sucia ideología de la izquierda», y se presentó como la encarnación de un «punto de inflexión».
Ayer, reforzó ese mensaje ante la elite empresarial de Estados Unidos durante un discurso que ofreció en la poderosa Cámara de Comercio, una de las principales referentes del establishment del país.
En la antesala de la cumbre presidencial, Estados Unidos y Brasil reforzaron su lazo luego de un período de relativo letargo en la relación bilateral, durante el cual Macri se había convertido en uno de los principales referentes de Trump en la región. Ambos países firmaron un acuerdo para uso de la base brasileña de Alcántara, en el norte de Brasil, para el lanzamiento de cohetes norteamericanos.
Además, en otro claro gesto de acercamiento, Bolsonaro decidió eliminar el requisito de visas para los turistas de Estados Unidos, junto con los ciudadanos de Australia, Canadá y Japón.
Brasil exigía la visa a los ciudadanos norteamericanos como parte de su política de reciprocidad, ya que Estados Unidos imponía ese requisito a los ciudadanos brasileños.