El nuevo papa de la Iglesia Católica es el primer sumo pontífice de América. En el clero se lo considera un cardenal de izquierda y es el único jesuita que participó del cónclave. En Argentina militó en Guardia de Hierro, se enfrentó duramente con los Kirchner por el matrimonio gay y siempre tuvo llegada directa a dirigentes de la oposición como Elisa Carrió y Gabriela Michetti.
Francisco I, el 266° jefe de la Iglesia Católica, nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936 -es de Sagitario-, hijo de un empleado ferroviarrio y una ama de casa, ambos italiano, idioma que domina a la perfección como se pudo comprobar hoy al escuchar su primer mensaje como Papa.
A los 21 años decidió convertirse en sacerdote e ingresó en el seminario del barrio porteño de Villa Devoto, donde fue ordenado sacerdote en 1969. Desde entonces tuvo un perfil muy político y fue considerado por el clero como un sacerdote de centro progresista, un intelectual moderado acorde a su formación jesuita.
Según La Política On Line esta orden que fundó San Ignacio de Loyola es catalogada como la de los “intelectuales” de la Iglesia y perdió influencia durante el papado de Juan Pablo II, que le dio más poder al Opus Dei, orden que representa a la derecha del clero.
Porteño hecho y derecho, egresado técnico químico de la escuela industrial ENET 27, fanático hincha de San Lorenzo y amante del tango, Bergoglio es considerado en la Iglesia como “ortodoxo doctrinario y progresista en lo metodológico”. Esto significa que es muy conciliar y propone que hay que abrir la Iglesia en lo metodológico, pero no contradice los temas más doctrinarios y profundos como la oposición al matrimonio gay y el aborto.
A pesar de su delicado estado de salud (tiene un solo pulmón y problemas respiratorios, además de haber sufrido una hepatitis), en la Iglesia destacan que Bergoglio nunca abandonó el apoyo a sus colegas sacerdotes, a la hora que fuera, cuando alguno de ellos entró en una crisis religiosa. «Es básicamente una persona de una gran bondad y humildad», rescatan quienes lo han frecuentado.
Además de combinar esas virtudes humanas con una habilidad política exquisita. «Le encanta la política y pocas cosas se le escapan, tiene una sutileza florentina y una gran cintura», agrega uno de los tantos políticos argentinos, que concurrían a la Curia buscando su consejo.
Austero auténtico, vivía en una habitación modesta en el edificio del Episcopado que está al lado de la Catedral Metropolitana. Nunca quiso utilizar los más lujosos aposentos de Arzobispo de Buenos Aires que le correspondían. Y cuando visitaba parroquias de la Ciudad, muchas veces de sorpresa, lo hacía en colectivo y en subte, sindo un habitual pasajero de la ahora renovada Línea A.
Sus ocasionales interlocutores recuerdan que cuando invitaba a comer a alguien, el menú siempre era un simple bife con ensalada y agua.
La carrera al Vaticano
Bergoglio inició su carrera hacia el Vaticano cuando fue nombrado arzobispo de Buenos Aires en 1998, tras reemplazar como adjunto a Antonio Quarracino.
En 2001 Juan Pablo II lo nombró cardenal y pasó a ser el hombre más importante de la Iglesia argentina.
Tras la muerte de Karol Wojtyla en 2005, se lo mencionó como uno de los candidatos para ser el nuevo Sumo Pontífice y fue el candidato más votado destrás de Joseph Ratzinger, lo que rebela con esta segunda votación que finalmente lo consagró, el enorme consenso que despierta entre los prícipes de la Iglesia que eligen al Papa.
Su relación con la política argentina
Bergoglio es el primer papa peronista del mundo. De joven militó en Guardia de Hierro, una agrupación justicialista de los setenta famosa por su secretismo y su concepción férrea del poder.
En Argentina sus dos colaboradores más cercanos son el presidente de la conferencia episcopal, Carlos Accaputo y el vocero del Episcopado, el presbítero Jorge Oesterheld. Su histórico vocero, Guillermo Marcó, perdió influencia en los últimos años.
Accaputo es su más importante vínculo con la política y el sindicalismo, otro sector que cultivó con asuididad en todos estos años.
Bergoglio se enfrentó duramente al kirchnerismo y tiene muy mala relación con la presidenta Cristina Kirchner. El quiebre definitivo con los Kirchner se produjo con la ley de matrimonio gay que impulsó el primer gobierno de Cristina y que fue ideada como el ex presidente como su venganza personal contra el cardenal que hoy reina en la Iglesia.
Es que la relación que nunca fue buena se terminó de complicar en la presidencia de Néstor Kirchner, cuando luego de la tragedia de Cromañón, el entonces arzobispo de Buenos Aires defendió a los familiares de las 194 víctimas, mientras que el matrimonio Kirchner se puso del lado del jefe de gobierno, Aníbal Ibarra, en uno de los capítulos más desafortunados de la historia del kirchnerismo.
Otros dirigentes kirchneristas, en cambio, tienen una muy buena relación con el nuevo papa, como es el caso del presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez y la familia Cafiero, que ubicó a Juan Pablño como embajador ante la Santa Sede, en lo que acado haya que interpretar como un tenue gesto de distensión de Cristina hacia Bergoglio.
El gobernador bonaerense Daniel Scioli tiene una relación de respeto con Bergoglio pero su vínculo más sólido es con el con el obispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, que representa al ala más de derecha de la Iglesia argentina. Sin embargo, Scioli simpre tuvo un vínculo directo con Bergoglio a través del su ex vocero, Guillermo Marcó.
Bergoglio se encargó además de cultivar una buena relación con algunos dirigentes de la oposición, que hay que tomar con pinzas ya que muchos dirigente suslen «chapear» con una cercanía con el actual Papa que no es tal.
Acaso una de sus relaciones más cercanas sea con Lilita Carrió , quien siempre hizo gala de que el arzobispo de Buenos Aires era su cura confesor e incluso vaticinó hace 12 años que Bergoglio sería Papa.
Gabriela Michetti fue en algún momento otra dirigente de gran cercanía con Bergoglio, pero esa relación se enfrió hasta caer en el plano d ela formalidad protocolar, luego que Mauricio Macri apoyara la unión civil en la Ciudad, incluso antes que el kirchnerismo lograra aprobar en el Congreso el matimonio del mismo sexo.
Bergoglio también es amigo del senador radical Ernesto Sanz, de Roberto Lavagna, y del ministro de Educación de la Ciudad, Esteban Bullrich, quien se cuidó de entablar una fluida relación con los hombres que el entonces cardenal puso al frente de los temas educativos.
En la Legislatura porteña, su nexo directo es la legisladora macrista Victoria Morales Gorleri y por otro lado, se lleva muy mal con el senador italoargentino Esteban Caselli, quien es visualizado como representante del sector más oscuro de la Iglesia, vaticinando acaso los cambios que podrían producirse en el Vaticano, ya que este ex funcionario menemista es un hombre del poderoso ex secretario de Estado, Angelo Sodano.