2018 es un año de gran inflación. Y 2019 no será un año de baja inflación. Sin embargo, según el autor, «no todas son malas noticias: los últimos registros semanales muestran un sendero a la baja. Septiembre se transformaría, así, en un punto de inflexión a partir del cual, suponiendo cierta estabilidad cambiaria, la inflación se reduciría mes a mes para llegar a diciembre con registros cercanos al rango de 2% a 3% mensual. Dicha desaceleración continuaría también en 2019».
La meta de inflación inicial establecida por el Banco Central de la República Argentina (BCRA) para el año 2018, la cual se ubicaba en un rango entre 8% y 12%, resultó de tal optimismo que ningún funcionario se atrevería hoy a rememorarla.
La primera corrección tuvo lugar en el pasado diciembre, cuando se comunicó que se recalibraría el objetivo a 15%. A partir de entonces, la tendencia de las expectativas inflacionarias se mostró en una sola dirección: al alza.
La confianza empezó a diluirse y, el 25/04, día de la implementación del impuesto a la renta financiera, la tensión cambiaria llevó al dólar a ubicarse, al poco tiempo, en torno a los ARS 28, partiendo de un atrasado (pero anti-inflacionario) precio de ARS 20.
Dos meses más tarde, luego de sellado el primer acuerdo del gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la meta fue modificada a 27%. Sin embargo, la misma quedó obsoleta rápidamente y el actual expresidente del BCRA, Federico Sturzenegger, anunció: “Para el 2018 decidimos no tener metas”.
La autoridad monetaria pasó, unos días después, a manos de Luis Caputo. Cuando parecía haberse conseguido cierta estabilidad cambiaria, a fines de agosto el dólar pasó de ARS 28 a ARS 37, con máximos cercanos a ARS 41 en las jornadas de mayor volatilidad. La nueva meta inflacionaria fue restablecida en 42% y se le pidió un waiver al FMI. La renuncia de Caputo no tardó en aparecer para dar lugar al tercer presidente del BCRA del año: Guido Sandleris, quien sería el encargado de implementar el nuevo programa monetario basado en la renegociación del acuerdo con el FMI.
En resumen, en pos de conciliar la calma en el mercado de cambios y evitar que la situación se agravara, el gobierno debió recurrir al FMI en busca de un fuerte apoyo presupuestario para 2019, abandonar el esquema de metas de inflación y establecer uno de control de agregados monetarios que llevó las tasas de interés a niveles superiores a 70% y, por si ello fuera poco, cambiar a dos presidentes del BCRA en tan sólo un cuatrimestre –según publica Urgente 24-.
A pesar de la implementación de esta batería de medidas a lo largo del año, la inflación no da tregua y, en septiembre, se posicionó en 6.5% mensual (mayor registro del año), alcanzando un 40.5% interanual. Consecuencia del pass-through (traslado a precios de la depreciación del tipo de cambio) y del impacto de la variación del precio del dólar en el costo de los servicios públicos (electricidad y gas, principalmente) y las naftas, el proceso inflacionario se salió de control y hoy los analistas nos encontramos con proyecciones para 2018 que se ubican entre 45% y 48%.
Sin embargo, no todas son malas noticias: los últimos registros semanales muestran un sendero a la baja. Septiembre se transformaría, así, en un punto de inflexión a partir del cual, suponiendo cierta estabilidad cambiaria, la inflación se reduciría mes a mes para llegar a diciembre con registros cercanos al rango de 2% a 3% mensual. Dicha desaceleración continuaría también en 2019.
La incidencia de los servicios públicos en la inflación del año próximo debería resultar considerablemente menor que la de 2018, dado que las licitaciones de compra de gas natural han permitido bajar su precio en dólares y, así, reducir los subsidios energéticos no sólo en base a ajustes tarifarios. El barril de crudo de referencia en la economía argentina (WTI), que llegó a encontrarse este año por encima de los US$ 76, hoy se encuentra alrededor de los US$ 66, lo que alivia la presión sobre los aumentos de combustibles. Por su parte, si el tipo de cambio fluctúa dentro de lo esperado, también se iría reduciendo gradualmente la inflación núcleo.
Aun así, 2019 no será un año de baja inflación. De acuerdo con el Relevamiento de Expectativas de Mercado del BCRA, la misma se estima actualmente en torno a 27%, y es probable que dicha estimación se vea corregida al alza en los próximos relevamientos.
En base a los acontecimientos, existe una fuerte disminución del salario real sin perspectivas de recuperación en el corto plazo. El poder adquisitivo podría comenzar a recuperarse con el 2019 ya avanzado, bajo menores registros de inflación y acuerdos paritarios que guarden mayor relación con la inflación efectiva.