Lo atribuyen al aumento de peso, al mayor uso de pantallas y al estrés que viven los chicos por el confinamiento.
Esta semana, los papás de Olivia Pérez, que está en primer grado, tuvieron que volver a la casa de los uniformes. El que le compraron en marzo ya le queda chico. Ahí descubrieron que su hija usa ahora talle 16. A pesar de tener 6 años, Olivia mide 1,45 metros y parece de cuarto grado. El año pasado, cuando todavía estaba en sala de 5, Julieta Giacobone, su madre, notó que estaba más rebelde, más grande… No sabía como describirlo, “parecía una adolescente”. “Siempre fue muy alta, pero como no había clases no la podíamos comparar con sus compañeros”, cuenta Julieta. La llevó al pediatra, quien verificó que existía desarrollo de las mamas y le pidió una consulta con el endocrinólogo. Después de hacerle distintos estudios, le confirmaron lo que para la familia era un mundo completamente nuevo: con tan corta edad, estaba atravesando una pubertad precoz.
“Le hicimos los análisis y nos confirmaron que ya tenía el endometrio engrosado, que en dos años iba a menstruar. La radiografía de la mano corresponde a unos 10 años. Fue un shock para mí. No tenía idea de nada. Empecé a buscar grupos en las redes. Y ahí descubrí que los casos de pubertad precoz explotaron en la pandemia. En el grupo de Facebook en el que estoy al principio éramos 20, ahora hay más de 420 miembros”, dice Julieta.
No es solo una percepción. Distintos especialistas afirman que durante la pandemia se registra un aumento de casos de pubertad precoz en chicos, lo que significa comenzar la etapa de desarrollo antes de los 8 años para las niñas y de los 9 para los varones. Todavía no se conocen las causas, ya que el 95% de los casos no responden a una determinante orgánica.
Aunque se trata de un fenómeno poco frecuente, este diagnóstico se incrementó durante el confinamiento. Un investigador italiano Stefano Stagi documentó una mayor incidencia de casos durante la cuarentena en el trabajo Increased incidence of precocious and accelerated puberty in females during and after the Italian lockdown for the coronavirus 2019 -COVID-19- pandemic. Aparentemente, influirían factores como el aumento de peso en los chicos y el uso prolongado de dispositivos. La explicación es que menos horas de luz solar y más tiempo frente a las pantallas inhiben la secreción de melatonina, lo que impacta en los procesos de crecimiento. El aumento o la disminución de la grasa corporal también condiciona el desarrollo sexual.
En la Argentina no existen estudios de este tipo, aunque los especialistas reconocen a que en sus consultorios están notando un aumento en las consultas al respecto. Interpretan que es parte del impacto físico y emocional que deja la pandemia en la infancia. “Es algo que venimos conversando con los colegas, todos notamos un incremento en la consulta, aunque no hay datos estadísticos aún”, explica Analía Freire, pediatra y endocrinóloga infantil, médica de la División de Endocrinología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.
La pubertad precoz no es una enfermedad, aclara Freire. Es una entidad en sí misma, que se define por la aparición de alguno de los caracteres sexuales secundarios antes de la edad estipulada. Los cambios que ocurren en la pubertad se adelanten porque la hipófisis empieza a estimular a los ovarios o los testículos para fabricar hormonas sexuales. El desarrollo de las mamas en las nenas es uno de los primeros síntomas. En los varones, el crecimiento de los testículos. Después siguen otros signos, como vello púbico y facial.
“Esta es una realidad que ya venía creciendo en las últimas décadas. No sabemos la causa, pero notamos que ese proceso se aceleró. El aumento de peso en los chicos puede ser una parte de la explicación, pero también hay factores estresores que pueden estar activando la pubertad precoz: todo el cambio de rutina, la desescolarización, los conflictos familiares, la depresión, la ansiedad. También hay un alto consumo de un contenido sexualizado sin control parental que se incrementó en la pandemia”, enumera Freire.
La recomendación es consultar al pediatra apenas se detectan algunos de esos cambios, ya que de comprobarse, existen tratamientos hormonales que permiten revertir los efectos. El problema, plantean los padres, es que son muy costosos y las obras sociales y prepagas no los cubren.
Lola tiene 8 años y vive en Berazategui. Ya sabe que antes de hacer algo como pintarse los labios o ponerse una crema le tiene que pedir permiso a su madre. Desde hace algunos meses, cuando le diagnosticaron pubertad precoz, se acabaron los esmaltes, los maquillajes e incluso la manteca de cacao para los labios secos. Adiós a las milanesas de pollo o a las patitas. También tuvo que dejar el shampoo que usaba y volver al neutro para bebés. ¿Por qué? Todo lo que pudiera contener hormonas ya está fuera del horizonte, según le recomendó el endocrinólogo. En febrero, cuando tenía 7, su madre le notó un edema en una mama. “Pensé que era una dermatitis. Con los días, no mejoraba. Mi hermana me dijo, para mí se está desarrollando, pero yo le dije que no, que era muy chica. Cuando la llevé al pediatra, me derivó al endocrinólogo. Le hicimos los estudios y efectivamente dio que estaba en inicio del desarrollo”, recuerda Florencia Giusti, la madre.
“Quise escuchar otras voces, fui a tres especialistas y todos coincidieron”, dice. Descubrió que el tratamiento que le indicaban costaba más de $42.000 por mes y que la prepaga le cubría solo el 70%. Entonces decidió interponer un recurso de amparo. “Ayer nos salió la resolución favorable: nos tienen que proveer la medicación”, apunta. “Por esta situación todavía no pudimos empezar el tratamiento”, explica.
Olivia Pérez es una nena alegre. “Se siente orgullosa de ser la más alta de primer grado. De hecho tiene casi la misma estatura que Justino, su hermano de 11 años –cuenta la madre–. Y a veces se queda sin pares. Ella ya casi no usa juguetes, no le atraen. Prefiere Tik Tok. Y sus temas de conversación son distintos, porque el desarrollo no es solo físico, también los cambios hormonales la dejan desfasada. Es una preadolescente. Pero también lo vive como una pérdida, porque su infancia duró muy poco. Tuvo una infancia acelerada”.
Para lograr el tratamiento que le indicaron los médicos, también Julieta tuvo que interponer un recurso de amparo contra su prepaga. Solo le cubrían el 40% de lo que cuesta. Ahora, está con una medida cautelar y desde hace cinco meses Olivia recibe la dosis del tratamiento y los resultados ya son visibles. Los cambios corporales comenzaron a revertirse.
“Hay que estar atentos a estos cambios, porque no solo se relacionan con el desarrollo sexual. También tienen un impacto psicológico grande, porque los chicos empiezan a atravesar los cambios hormonales de una preadolescencia. Y sobre todo, esto puede afectar su crecimiento”, advierte Freire.
Las hormonas no solo cambian el cuerpo por fuera, sino que también provocan el crecimiento del cuerpo y la maduración (o envejecimiento) de los huesos, tal como se detalla en el portal Pubertad Precoz Central, un sitio impulsado por la Fundación de Endocrinología Infantil (FEI) que desde hace tres años realiza la campaña es #HablemosDePubertadPrecoz. Después de que empiezan los cambios corporales, se suele pegar un estirón y allí se acerca el cierre o finalización del crecimiento. “Después de llegar al desarrollo, los chicos siguen creciendo un 5% más. Pero básicamente llegaron a su talla. Si el desarrollo es precoz, no alcanzarán su potencial genético, pudiendo quedar con una talla pequeña”, explica Freire.
Lucrecia Borrelli es enfermera y vive en La Plata. Es madre de Martina, de 8 años. “Cuando tenía 7 años me llamó la atención que tenía vello en las axilas y que, cuando corría, transpiraba con olor. Lo consulté con la pediatra y me mandó a una endocrinóloga. Por la pandemia me suspendieron los turnos, recién nos atendieron en julio. Allí me confirmaron que es muy probable que pubertad precoz sea su diagnóstico”, afirma. Todavía le están haciendo los estudios y, según le explicó la especialista, la idea es frenar el desarrollo por lo menos un año o dos. Hace algún tiempo, cuando jugaba con amigos, Martina empezó a quejarse de dolor en las tetillas. La pediatra detectó que ya tenía desarrollado el botón mamario. “Todo es muy nuevo. Es muy chiquita. Veo que hay muchos casos como ella que se activaron en la pandemia. Todo esto impacta psicológicamente. Queremos evitar que se sienta incómoda en el colegio por este tema”, concluye.
Fuente: la nación