Con un Messi encendidísimo, la Selección pasó por arriba a Ecuador, le ganó 4-0 y quedó arriba en la clasificación. Leo metió uno y participó en los goles de Agüero, Higuaín y Di María. Y la gente cantó por el 10.
Apenas si bastó una ráfaga de ese trío de gala que Alejandro Sabella dispuso en un Monumental repleto para romper esas dos líneas de cuatro, férreas, duras, que propuso Ecuador. Argentina, de arranque, impuso autoridad, se hizo dueño de la pelota y denotaba ese dominio que tanto se le exigía (y exige) por lo que sus nombres reflejan a nivel mundial. Pero no fue hasta que los tres de arriba -ésos que saben- se juntaron que la Selección encontró las herramientas necesarias para que el grito de gol sonara en todo Núñez.
Primero, un coqueteo entre Lionel Messi y Sergio Agüero, para que Angel Di María la levantara y el Kun, en su cumpleaños (y levemente adelantado), diera paso al desahogo. Después, un tremendo pase en profundidad de la zurda del mejor jugador del mundo que dejó solito y solo a Gonzalo Higuaín, quien definió con su sello: toque cruzado al otro palo del arquero. Y por último, el gol número 23 de La Pulga con la celeste y blanca decorándole el pecho: devolución de gentilezas del Pipa, para que Leo la ponga en el ángulo de un Alexander Domínguez que no sabía qué cosa estaba pasando frente a él.
Lejos de mancharse de impaciencia, Argentina esperó el momento justo para brindar espectáculo, su espectáculo. No se apuró en hacérsela llegar a los delanteros, hizo las transiciones justas en mitad de cancha y así, después de mucho tiempo, tuvo un funcionamiento colectivo constante en el primer tiempo. Fue un equipo con todas sus piezas encajadas, ajustadas y aceitadas. Apenas si le llegaron una vez (buen trabajo de la dupla central conformada por Ezequiel Garay y Fede Fernández) con Cristian Suárez, quien se encontró en el área ante Sergio Romero y le pegó mansito al lateral.
En el segundo tiempo, con el triunfo en el bolsillo, la Selección se mostró más vulnerable. Pero también tuvo punch y llegadas, todo de la mano de Messi, la estrella de la noche, el 10 que queremos todos. Y hubo otro gol, de Di María. Una actuación que ilusiona, que dejó claro que si cada integrante del tridente picante anda bien individualmente en su equipo, no hay razón para no acoplarlos en la formación inicial. Una actuación reclamada y aclamada. Una actuación, al sonido del «ooole, oooe», que dejó a la Selección como única puntera de las Eliminatorias y que, sobre todo, mostró que existe una identidad.
Fuente: Diario Olé