Las proyecciones hablan de una pérdida de al menos 1.5 millones de alumnos. Si bien el Ministerio de Educación intenta nominalizarlos, las cifras oficiales recién estarían en 2022.
Mientras más tiempo pasan los chicos alejados de la escuela, más chances hay de que no vuelvan. Esa máxima se refuerza con datos de la coyuntura: pobreza infantil del 63%, crisis económica agravada por la pandemia, adolescentes que tienen que salir a trabajar, según publica Infobae.
Durante el año pasado, que transcurrió casi por completo sin clases presenciales, la principal preocupación que surgía era justamente cómo impactaría en el abandono escolar. Hoy, ya a mediados de 2021, el interrogante se sostiene: ¿cuántos chicos abandonaron la escuela en la Argentina?
Hay un dato concreto a nivel nacional, quizás el único. En la evaluación de continuidad pedagógica que el Ministerio de Educación hizo en junio de 2020 se detectaron 1.1 millones de chicos que se habían desvinculado de sus escuelas. El 10% del total si se considera a los 11 millones de alumnos que componen la matrícula de los niveles inicial, primario, secundario. Aunque con dos detalles: en los jardines de infantes no se preguntó cuántos niños habían perdido el contacto con la institución y el relevamiento no tomó la segunda mitad del año, en la que con seguridad más estudiantes quedaron en el camino.
A partir de ese relevamiento, la cartera educativa implementó el Programa Acompañar, que pretende localizar y revincular a los estudiantes con sus escuelas. En cifras oficiales de marzo, las últimas disponibles, 376.532 alumnos habían sido “recuperados”. Es decir, apenas un tercio del total. Con todos ellos emprendieron distintas actividades como talleres artísticos, clases de apoyo de matemática, lectura y escritura, y tutorías.
El Gobierno no considera que lo que ocurre con ese poco más de un millón de chicos se trate de abandono escolar. La situación inédita que trajo la pandemia provocó un limbo más bien semántico sobre qué implica abandonar la escuela. En el ministerio de Educación prefieren hablar de “desvinculación”, aunque en los hechos si la escuela funciona a distancia y el alumno no tiene ningún tipo de contacto -ni por Zoom, ni por WhatsApp, ni analógico- con sus docentes y sus estudios, se asemeja bastante al abandono escolar.
Para las autoridades, los niveles de deserción se conocerán recién cuando se sepa de cuánto fue la pérdida de matrícula. Pero la burocracia demora. El Relevamiento Anual (RA) de 2020 que llevan adelante las provincias y luego consolida Nación se publicaría en septiembre. Para ver el impacto que tuvo la pandemia y la suspensión de las clases presenciales, se necesitaría contrastar la matrícula del RA 2020 con la del RA 2021, cuyos resultados recién estarían listos en septiembre de 2022, según confirmaron a Infobae.
En los distritos consultados por este medio, tampoco hubo mayores avances. Todavía ninguna cartera provincial contrastó la matrícula de un año con el anterior para medir cuántos estudiantes nunca volvieron a las aulas, mucho menos los localizaron. Claro que hoy la tarea sería más compleja: en buena parte del país volvieron a suspender las clases presenciales.
Mientras tanto, la cartera que conduce Nicolás Trotta avanza en el Sistema Integral de Información Digital Educativa (SINIDE), una gran cuenta pendiente de la educación argentina que permitiría nominalizar a todos los estudiantes y, de ese modo, seguir sus trayectorias escolares. Para la estadística, los alumnos son números sin nombres.
La historia del SINIDE data de 2012, cuando el ministerio comenzó a pergeñar el sistema, aunque sus avances concretos desde entonces fueron ínfimos. El Consejo Federal, que reúne a todos los ministros del país, aprobó su implementación en 2014 y luego ratificó su relevancia en 2016. Nueve años después de que empezara a esbozarse el sistema aún no funciona como fuente de estadística educativa. Con los relevamientos tradicionales, se podría lograr un número aproximado de cuántos chicos abandonaron la escuela, pero por ahora no se obtendría lo más importante: quiénes.
Por ahora, solo proyecciones
En mayo del año pasado, la Universidad Di Tella hizo un estudio exploratorio sobre 143 escuelas en la Ciudad y la provincia de Buenos Aires. El informe reveló una brecha clara: tras 10 semanas de suspendidas las clases, la mitad de las escuelas públicas señalaba que más del 20% de sus alumnos no participaba de la educación remota, mientras que entre las privadas esa respuesta solo alcanzaba al 6% de los establecimientos. El nivel más afectado era el inicial -el que la encuesta oficial no consideró- seguido por el secundario.
“El abandono escolar durante la suspensión de las clases presenciales se da especialmente en los alumnos vulnerables, los más difíciles de recuperar. No se conocen todavía datos oficiales precisos a nivel país del abandono escolar del año pasado. No sabemos tampoco cuál es la deserción, es decir cuántos alumnos no volvieron a la escuela este año”, planteó Claudia Romero, doctora en Educación, a cargo del equipo que realizó la investigación.
Al indagar sobre los motivos de la desvinculación, también surgían diferencias entre los tipos de escuelas. En las estatales, los directores señalaban dos factores que complicaban la continuidad pedagógica: el escaso o nulo acceso a la tecnología (96%) y las malas condiciones para estudiar en el hogar, disponer de poco espacio, tiempo o el estorbo de ruidos molestos (76%). En las privadas, los problemas de conectividad entre los que habían perdido contacto con la escuela era menor (41%) y también señalaban otras barreras como la adaptación a las nuevas estrategias de enseñanza (41%).
Las diferencias en la calidad de la educación a distancia se ven con claridad en un informe reciente de la UCA y Fundación Cáritas. En los estratos más bajos, WhatsApp es la principal herramienta de contacto con la escuela. Las plataformas virtuales tan solo alcanzan al 11% de los hogares. Mientras que en la capa “medio profesional”, el 72% de los chicos trabaja con Zoom o Google Meet.