Ya es una marca de su gobierno. El Presidente no niega que tiene que cambiar. Pero dilata las decisiones tanto que el impacto de la crisis se magnifica y se vuelve en contra de su propios intereses. Le pasó ante la renuncia de cada uno de los ministros que tuvo que reemplazar y en más de una oportunidad desde que asumió la brasa caliente del Poder Ejecutivo en un contexto de restricciones múltiples en lo económico y lo político.
Acostumbrado a minimizar los impactos de los hechos que lastiman a su gobierno, Alberto Fernández buscó desde el primer momento diluir el mazazo de una catástrofe electoral que no preveía. Decidió salir con medidas económicas para paliar la situación económica que es crítica pero no contempló la posibilidad de hacer cambios en su gabinete, la demanda que Cristina Fernández de Kirchner le viene haciendo de todos los modos posibles y desde hace más de un año.
El miércoles a la tarde, Aníbal Fernández estaba en su estudio jurídico de Paraná y Tucumán, cuando recibió un mensaje del Presidente.
-¿Dónde estás?
-En mi estudio.
Durante 12 minutos, el mensaje del titular de Yacimientos Carboníferos Río Turbio no entraba en el celular del Presidente. Alberto estaba arriba del helicóptero presidencial y viajaba desde la residencia de Olivos hasta Balcarce 50. Cuando finalmente el texto de Aníbal llegó, la respuesta fue inmediata.
-Venite a la Casa Rosada.
Antiguos ministros de Néstor Kirchner, los dos se reunieron a solas en el primer piso de la Casa Rosada. El Presidente estaba molesto por la renuncia, difundida a través de los medios, de los funcionarios que respondían a la vicepresidenta y no entendía la jugada. Según le dijo Aníbal Fernández a elDiarioAR, tanto Alberto como Cristina -con quien también habló en las últimas horas- habían juzgado como muy positiva la reunión que mantuvieron, el martes último en Olivos.
Sin embargo, el largo malentendido entre los dos actores principales del drama que envuelve al Frente de Todos volvió a detonar el miércoles, con una escena que desconcertó a los propios, escandalizó a los extraños y todavía tiene pendiente su resolución.
Las fuentes consultadas por este diario coinciden en que el Presidente tenía pensado hacer los cambios de gabinete. Incluso antes del cierre de listas. Alberto ya había dejado entrever que analizaba avanzar con modificaciones en su esquema de gobierno. Sin embargo, y una vez más, la diferencia principal parece estar en el timing de la gestión. El kirchnerismo es hijo de las decisiones fulminantes que marcaron el inicio de la gestión del primer Kirchner. Fernández parece siempre buscando un momento que nunca llega y termina ventilando muchas determinaciones importantes en los medios, casi como sin darse cuenta. Sucedió con la salida de Marcela Losardo y Agustín Rossi, por ejemplo. Identificado por la oposición como un títere -el término que él mismo utilizó en público- de la vicepresidenta, Fernández resiste los cambios que le reclaman, intenta preservar la autoridad presidencial y pretende encontrar un modo de gobierno propio, que, sin embargo, no termina de madurar.
“Yo voy a cambiar ministros antes del 14 de noviembre”, dijo Alberto en las últimas horas a más de uno de los dirigentes y funcionarios que lo consultaron por el choque con Cristina. “Hacelos ya”, fue la respuesta que recibió de los sectores más ligados al Instituto Patria y a La Cámpora. Distinto es el mensaje del albertismo nonato, esa parte de la alianza oficialista que parece diluida en el día a día del gobierno y está integrada por los gobernadores, los sindicalistas de la CGT y las organizaciones sociales alineadas con Alberto como el Movimiento Evita: ellos insisten en que el Presidente tiene que empoderarse y no dejarse atropellar.
Los dirigentes más cercanos a la vicepresidenta insisten en que la derrota del las PASO marca un antes y un después, contundente, imposible de ignorar y siente que se inicia una cuenta regresiva urgente, en la que no hay término medio: o se inicia una remontada que le permite al Frente de Todos recortar la diferencia en noviembre con fuerza o comienza el principio del fin de la unidad en el poder de las distintas tribus del peronismo. Fernández sabe que tiene que cambiar. Pero el golpe de Cristina sobre la mesa lo obliga a hacerlo ahora. Nadie tiene claro hacia dónde lo hará.
Por Diego Genoud para Eldiarioar