Fernández pregona la unidad ante la presión de los dirigentes propios, pero evita convocar a Cristina Kirchner

El Presidente reedita los discursos conciliadores mientras crecen los pedidos de los dirigentes cercanos para que fortalezca el resquebrajado Frente de Todos. La Cámpora y la Vicepresidenta se inclinan por mantenerse en silencio después de…

domingo 29/05/2022 - 11:55
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El Presidente reedita los discursos conciliadores mientras crecen los pedidos de los dirigentes cercanos para que fortalezca el resquebrajado Frente de Todos. La Cámpora y la Vicepresidenta se inclinan por mantenerse en silencio después de la ola de críticas

En los últimos días, de manera cada vez más abierta y evidente, Alberto Fernández dio marcha atrás con la -breve- contraofensiva que había montado frente a Cristina Kirchner, dejó a un lado la anterior “estrategia del silencio” ante los cuestionamientos, y viró nuevamente hacia los -otrora reiterativos- pedidos de unidad. Quienes lo conocen aseguran que este cambio de rumbo se debe a la necesidad de responder a las presiones de los dirigentes propios e inclusive ante la militancia, que le exigen sentar las bases para un diálogo que evite que el Frente de Todos se rompa de manera irreversible y facilite el juego electoral a Juntos por el Cambio.

Todos los llamados son pregonados en público, y nunca ejecutados en privado, ni siquiera entre segundas líneas. El Presidente no está dispuesto a comunicarse con la vice, no tanto porque no quiera dar el primer paso -un dirigente muy ligado dijo que “no tendría problema”- sino porque sabe que, para que el diálogo tenga éxito, debería ceder a sus exigencias. “Los pedidos de unidad que hace Alberto en discursos son estériles. Cristina no quiere discursos, quiere un llamado o un encuentro que derive en que a la mesa del Frente de Todos se sienten todos”, admitió, sin esperanzas, un funcionario del albertismo.

Además, en Balcarce 50 muchos coinciden que un llamado telefónico sin acuerdo podría tener consecuencias políticas directas ante el electorado. “¿Qué nos asegura que al día siguiente ella no publique una carta diciéndole a Alberto que la próxima vez que la llame sea para tomar acciones concretas?”, se preguntó, desconfiado, un alfil presidencial, esta semana.

Los pedidos públicos se escucharon en los labios del Presidente el martes, durante un encuentro íntimo en la sede del PJ nacional organizado por la diputada Victoria Tolosa Paz; el miércoles, en un acto con militantes del Movimiento Evita, de Emilio Pérsico, en Florencio Varela; y el sábado, en Chaco, durante el primer congreso provincial del recientemente institucionalizado Frente de Todos. Pero, según consideran en los despachos afines, todas fueron declaraciones pour la gallerie, que, a menos que uno de los dos ceda en las cuestiones de fondo, por ahora no tendrán resultados concretos.

Los pedidos de unidad son una reedición de otras series de discursos presidenciales del segundo tramo del gobierno, cuando el FDT empezó a resquebrajarse. La diferencia es que ahora se hacen en un contexto muchísimo más complicado, luego de que las diferencias quedaron a la vista de todos, de manera descarnada, a instancias de La Cámpora y el de la Vicepresidenta que, a esta altura, frente a los resultados exhibidos por el Gobierno, quiere imponer su mirada en lugar de conversarla.

El contraste entre dos imágenes que se tomaron en el transcurso del último mes en el auditorio de la Universidad Nacional Austral chaqueña deja a la vista que la ruptura del oficialismo sigue siendo un hecho. Una fue capturada hace 22 días, y muestra a la presidenta, de espaldas, abrazada al gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, su anfitrión, que la había aplaudido con fervor minutos antes, mientras la vicepresidenta fustigaba contra la gestión económica del Gobierno. La otra data de ayer, en el mismo lugar: se ve al Presidente, solo, también desde atrás, de cara a la militancia.

En la primera aparecen las banderas de La Cámpora local; en la segunda, brillan por su ausencia. Y si bien “Coqui” recibió al primer mandatario y movió cielo y tierra para que pudiera estar -sin ir más lejos, modificó el lugar de encuentro de la mínima localidad de Sáenz Peña a Resistencia para que hubiera espacio para que aterrizara el avión presidencial- no se subió al escenario para acompañar al jefe de Estado, ni logró que los camporistas locales fueran de la partida.

Hay quienes creen, incluso dentro del albertismo, que el Presidente busca, al repetir que los dirigentes “se unan a pesar de las diferencias” para que “no vuelva Macri”, dejar en evidencia ante la militancia que es la Vicepresidenta la que corroe al Frente de Todos frente a la amenaza de la “derecha maldita”, una frase cuidadosamente armada que Alberto Fernández pronunció dos veces en los últimos días.

La última declaración del kirchnerismo en contra de las políticas económicas de Alberto Fernández y de Guzmán tuvo lugar hace dos viernes, en boca de Máximo Kirchner, durante el acto reducido con la militancia, en Lanús. Desde entonces, el ala dura se sumió en un llamativo silencio, y ninguno de los referentes que venían fustigando volvió a hablar. Sin embargo, en “la orga” descartan que la reserva sea una bandera blanca o, mucho menos, un guiño a la unidad. “Ya dijimos lo que teníamos que decir. Ahora, que Alberto haga lo que quiera, y que la gente juzgue”, dijo a este medio un funcionario camporista, al explicar la merma en la ola de cuestionamientos que se habían hilado, con mucha dureza, entre abril y la primera parte de mayo.

Por ahora hay un statu-quo en el Gobierno que se prolonga con vaivenes sutiles, únicamente en el ámbito discursivo, sin resultados concretos. Los cambios en el Gabinete con los que había amenazado Alberto Fernández quedaron suspendidos hasta nuevo aviso, y fueron relegados a la lista de espera algunos colaboradores fieles del Presidente, como el ex ministro de Defensa, Agustín Rossi, a los que se les prometió un ingreso. Si bien visita seguido Olivos y la Casa Rosada ,y algunos de los alfiles más fieles del primer mandatario prácticamente le ruegan que lo incorpore para darle “dinamismo” y volumen político a la gestión, el dirigente santafecino aún no recibió un cargo formal, ni hay señales de que eso vaya a ocurrir.

Para que reingrese Rossi, alegan, “alguien” tendría que salir. Por lo pronto, nadie quiere mencionar nombres, aunque hubo mucho enojo en el Gobierno con el titular de Agronomía, Julián Domínguez, que contradijo dos veces al propio Presidente respecto de las retenciones. Pero por ahora, Alberto Fernández considera que no es el momento político para hacer la más mínima ola. Inclusive, algunos de sus dirigentes más cercanos le recomiendan, por el momento sin éxito, que abandone por completo las actividades políticas y se dedique exclusivamente a gestionar.

Más allá de que reparte su tiempo entre mitines -esta semana estuvo en tres encuentros, que se sumaron a los innumerables diálogos privados- quienes lo frecuentan aseguran que su única preocupación es que repunte la situación económica. No sólo para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, sino también, como dijo inclusive en público, también dos veces esta semana, el miércoles y el sábado, para “demostrarle a los que dudan que están equivocados”.

El motivo de fondo es electoral. El Presidente, que se muestra decidido a competir por la reelección -si bien dejó de decirlo en público ante la falta de apoyos-, mira con atención los movimientos del kirchnerismo para excluirlo del armado para 2023. La institucionalización que promueven Máximo Kirchner y Martín Insaurralde con el massismo, sin referentes albertistas, en la provincia de Buenos Aires, y el acto de Eduardo “Wado” de Pedro -otro presidenciable de La Cámpora- y la senadora K Anabel Fernández Sagasti, en Mendoza, hace ocho días, son interpretadas en la Casa Rosada como señales de esas intenciones. Para contrarrestarlas, el Presidente cree que sólo le queda mostrar evidencia de que el plan económico de Guzmán funciona. Falta un año para el cierre de listas, y muchos en el ala moderada del Gobierno sienten que se están quedando sin tiempo. Pero ven a un Presidente que, a pesar de todo, se muestra optimista en los indicadores y, por ahora, eligen confiar.


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