Un análisis de la economía nacional realizado por Alfredo Zaiat para Página/12.
El impacto inflacionario de la corrida cambiaria con fuerte devaluación es innegable. La desorientación del Gobierno acerca de qué hacer con los precios es muy evidente. El menú improvisado de medidas incluye amenazas a los formadores de precios, apertura de investigación por cartelización (por ejemplo, a las cementeras Loma Negra y Holcim), intento de fortalecer el programa Precios Cuidados y reuniones en la Secretaría de Comercio con firmas líderes para negociar aumentos escalonados. Son todas iniciativas que los funcionarios no están convencidos de llevar a cabo ni saben cómo implementarlas. La medida más efectiva para contener un poco los precios será la fuerte caída de la demanda debido a que los ingresos de trabajadores y jubilados están siendo pulverizados.
La recesión es el principal aliado del Gobierno para evitar una espiralización de la inflación que, además de la devaluación, está siendo alimentada por los tarifazos y el alza de los combustibles. Pero la recesión tiene un costo innegable para las aspiraciones de continuidad del proyecto político del macrismo. Incluso ese freno de mano puede no ser suficiente para contener la inflación porque están pendientes aumentos en las tarifas de gas y luz en el segundo semestre, y el acuerdo bimestral con las petroleras de no tocar el precio de las naftas culmina a fines de junio. Por la suba del crudo a nivel internacional y por la devaluación, las petroleras estiman que las naftas deberían aumentar de 30 a 40 por ciento.
El fuerte aumento del precio del pan es un interesante caso para apuntar acerca de la complejidad de una economía que exporta lo que consume y, por lo tanto, deja al descubierto la divergencia de intereses entre productor y consumidor. Entre las limitaciones de la restricción externa y el fenómeno de la inflación.
La inicial eliminación de retenciones y de cupos de exportaciones al trigo y la devaluación cuando comenzó el gobierno de Macri derivó, en un contexto de favorables precios internacionales, en un importante aumento del área sembrada, del rendimiento por hectárea y de la producción, alcanzando las 16,5 millones de toneladas. La Bolsa de Rosario estima un área de 5,7 millones de hectáreas para la campaña 2018/19, que promete ser la más importante de los últimos diez años hasta anotar 19,0 millones de toneladas, según el Instituto de Estudios Económicos de la Sociedad Rural.
Por el lado del consumidor y del último eslabón de la cadena comercial (el local de venta de pan o de pastas), la eliminación de retenciones que iguala el precio local al internacional, la liberación total de las exportaciones sin fijar un cupo para el mercado interno y la devaluación que se traslada al precio doméstico del insumo principal de la cadena (el trigo) derivaron en una fortísima suba de la harina y de alimentos básicos para la población. Esto es lo que ahora está sucediendo con el salto del dólar a 25 pesos.
Una economía con restricción externa necesita los dólares de exportación y para ello debe incentivar al productor del sector económico proveedor de divisas, pero a la vez esas medidas de estímulo deterioran la calida de vida de la mayoría de la población por el encarecimiento de alimentos cuyo insumo principal es el trigo que se exporta.
Este dilema de gestión económica es complejo y requiere de un fino equilibrio del que carece la economía macrista.