El economista británico cree que el mundo afronta el freno más abrupto de la actividad económica de la historia.
Ya sabemos que esta pandemia provocó un desastre sanitario y económico a nivel planetario. Pero ¿cuán desastroso es este desastre? Una forma de responderlo es compararlo con lo que ocurrió en el pasado. Y para eso es clave buscar a un historiador. Si es posible, especializado en economía. Y si es uno de los mejores y más respetados del mundo, mejor. Como Adam Tooze. Aunque no tiene mucho bueno para decir.
«El Covid-19 es el shock económico más dramático y repentino que la mayoría de nosotros jamás vivirá», dice el célebre catedrático británico a La Nación desde su hogar en Nueva York, donde pasa la cuarentena. Aclara que puede que los argentinos tengamos algo más de entrenamiento en estas lides económicas, pero que, aun así, esta crisis «recalibra todo lo que pensábamos que sabíamos sobre la dinámica de la economía moderna».
Tooze toma como base que afrontamos «la interrupción más abrupta de la actividad económica de la historia», lo que se combina con su alcance planetario. «Cien años atrás, cuando la pandemia de gripe golpeó en 1918-1919, no hubo una reacción equivalente», recuerda, lo cual es positivo, aunque con su lado nocivo: «Esta decisión colectiva y casi universal está causando una disrupción enorme».
Autor de varios libros premiados y reconocidos entre los mejores de cada año en que se publicaron, Tooze enseñó en Cambridge y Yale antes de recalar en la Universidad de Columbia, donde es fuente de referencia analítica. Por ejemplo, para vislumbrar los efectos de la pandemia en países ricos o pobres. O el impacto en el petróleo. O en los mercados financieros. O en Europa, donde avizora «una situación potencialmente explosiva».
Sin embargo, remarca, una de las dificultades centrales de la tormenta que afrontamos no pasa por la tormenta en sí, sino por cómo reaccionamos a ella. «Me intriga la forma en que podrá encarrilarse otra vez la economía global dados los componentes políticos y económicos tan diversos e incoherentes entre sí que tenemos», explica. ¿Qué significa eso? Que la respuesta global vendrá a cuentagotas, estima. Y por eso y más, «lo peor está por comenzar».
-Empecemos por lo básico, ¿esta pandemia global modificó su agenda de investigaciones?
-La dio vuelta por completo. Estaba trabajando en un libro sobre la economía política del cambio climático. Aún es importante, pero tendré que volver a él después de que haya pasado esta emergencia. El cierre total que causó el Covid-19 es el shock económico más dramático y repentino que la mayoría de nosotros jamás vivirá, aunque quizá no sea tan así para la Argentina. Recalibra todo lo que pensábamos que sabíamos sobre la dinámica de la economía moderna. Así que cuando retorne al estudio de la economía política del cambio climático, lo haré con nuevos ojos. Todo lo que solíamos descartar como imposible ha ocurrido, en ocasiones con costos enormes. Para empezar, el coronavirus demolió el mito de que la economía debe siempre ir primera. Y, como expresé en una columna para The Guardian, no deberíamos cansarnos de plantearnos una pregunta: ¿qué restricciones económicas son reales y cuáles, imaginarias?
-Apoyado en sus extraordinarios conocimientos sobre cómo opera el poder en la historia moderna -y en particular lo que expresó en algunos de sus libros, como Crash. Cómo una década de crisis financieras ha cambiado el mundo, ¿cuán grave cree que es la situación actual?
-Sin duda es la interrupción más abrupta de la actividad económica de la historia. Más del 20% de los trabajadores de un estado industrial como Michigan, donde está Detroit, quedaron desempleados en un solo mes. Eso no tiene precedente. También es la crisis más abarcadora que hayamos visto. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que el 81% de la fuerza laboral del mundo -unos 2700 millones de personas- trabaja en países que tienen algún tipo de cierre o cuarentena. Pero no está claro aún cómo impactará esto en términos internacionales. Porque la crisis alcanza a todos, pero tendrá efectos muy diferentes en los países ricos o pobres, al tiempo que beneficiará a los consumidores del petróleo. Y el impacto en los mercados financieros es más severo para los emergentes. Y el virus golpeó primero a China, pero también se está recuperando antes. Resulta un panorama muy amplio, aunque ya podemos ver con facilidad que puede provocar conflictos internacionales sobre comercio, migración o avances científicos, por ejemplo. Pero al mismo tiempo esta crisis se desarrolla con tanta facilidad y los problemas domésticos son tan severos que también tomará tiempo para que esas tensiones se desarrollen. Creo que es en Europa, y en las políticas de la eurozona en particular, donde se dará más rápido una situación potencialmente explosiva. Y tampoco está claro cómo se organizará el esfuerzo solidario para los países más golpeados.
-Dado este horizonte sombrío, ¿cree que ya hay alguna lección que hayamos aprendido del pasado que podamos aplicar a esta pandemia?
-Sí. En términos de técnicas para afrontar crisis financieras, por ejemplo, los bancos centrales aprendieron mucho de 2008. La Reserva Federal tenía un «manual» que ahora desenrolló. Muchas de las personas que ahora son claves ya estaban en sus puestos en 2008. También ya existían los esquemas de compra de activos, por ejemplo, lo mismo que los instrumentos para aportar liquidez en dólares al sistema global.
-¿Qué es lo que más le preocupa por estos días? ¿La ausencia de una respuesta multilateral coherente? ¿O acaso Donald Trump, a quien ya lo ha contrastado con Franklin Delano Roosevelt, Winston Churchill o Charles De Gaulle?
-Me preocupa la situación interna de Estados Unidos, sí. La crisis social y económica hacia la que avanza es extraordinariamente profunda. Estados Unidos no tiene un Estado de bienestar que ayude a sus ciudadanos en crisis como esta. Decenas de millones perderán su cobertura médica. La crisis fiscal al nivel de los gobiernos estaduales será muy profunda. Esto tendrá implicancias dramáticas en la política estadounidense. También me preocupa la coherencia europea. No puede descartarse una crisis italiana. Y sí, claro, también me intriga la forma en que podrá encarrilarse otra vez la economía global dados los componentes políticos y económicos tan diversos e incoherentes entre sí que tenemos. Insisto con algo que ya expuse en la London Review of Books: lo peor está por comenzar.
-Vamos al revés. ¿Hay algo que quiera destacar o que le resulte esperanzador de esta crisis global? ¿Quizá la forma en que Estados Unidos y Europa lograron calmar el pánico financiero, por ejemplo?
-Como ya lo dijo el presidente Emanuel Macron en la dramática entrevista que le concedió al Financial Times, creo que es destacable cómo los gobiernos en todo el mundo decidieron adoptar medidas drásticas para salvar las vidas de los sectores más vulnerables. Esto puede decirse de la amplia mayoría de -si no de todos- los gobiernos. Cien años atrás, cuando la pandemia de gripe golpeó en 1918-1919, no hubo una reacción equivalente. También es cierto, por supuesto, que esta decisión colectiva y casi universal está causando una disrupción enorme. Parte del daño va a ser muy severa y estamos muy lejos de ser capaces de contenerlo por completo. Pero en áreas como los mercados, los países que se encuentran en el corazón del sistema global sí tienen la capacidad de aplanar la curva del pánico financiero. Ese poder es real y permite tomar decisiones dolorosas, pero necesarias para resguardar la salud pública.
-Aludimos antes a Trump y a Estados Unidos. ¿Puede la canciller alemana, Ángela Merkel, compensar el vacío que deja Washington en la arena internacional para lidiar con este contexto global?
-Lamentablemente, se perdió una oportunidad para impulsar una movida global decisiva en la reunión de primavera del FMI y del Banco Mundial. El encuentro no terminó con desórdenes, pero se bloqueó cualquier propuesta para incrementar seriamente los recursos del Fondo. Eso ocurrió como resultado de las tensiones ocultas entre la administración Trump y el Partido Republicano en el Congreso. Esas tensiones no han explotado en público como muchos temieron, pero funcionan como un factor inhibitorio. Mientras tanto, entre los europeos, Francia ha sido el país que más liderazgo mostró hasta ahora, aunque sirvió para poco. Parece que la respuesta global vendrá en cuentagotas. Incluso China ha mostrado poco apetito por impulsar iniciativas sustanciales.
Hombre de universidad
Nacido en 1967 en Gran Bretaña, Adam Tooze se graduó en la Universidad de Cambridge y estudió luego en la Universidad Libre de Berlín, para después doctorarse en historia económica en la London School of Economics.
Profesor de Historia Contemporánea y director del Instituto Europeo de la Universidad de Columbia, Nueva York, Tooze dictó clases antes en los claustros de Cambridge y Yale.
Autor de libros sobre economía alemana durante la primera mitad del siglo XX, luego enfocó sus investigaciones y publicó otro sobre el colapso financiero de 2008.
Distópico y programa de cocina
-Dado que los argentinos están forzados a permanecer en sus casas por semanas, ¿qué libros, series de televisión, películas o música les sugiere para «aprovechar» la cuarentena? ¿Qué es lo que lee, mira, escucha o hace en su tiempo libre?
-Desafortunadamente, esta crisis me ha dejado con muy poco margen para el ocio y el entretenimiento. Pero para atrapar la cualidad surrealista de nuestro tiempo he ido haciendo mi camino a través de Rascacielo, el clásico distópico de James Graham Ballard, que describe el gradual colapso del orden social en un edificio de departamentos. Y en un aparte más ameno, a mi hija, que es una estudiante que quedó «atrapada» en casa, le ha dado por cocinar como terapia. ¡Así que disfruto viendo «El Gran Pastelero Británico»!
Por Hugo Alconada Mon para La Nación