Se cumplen 20 años de uno de los casos policiales más resonantes de principios del siglo XXI en esta ciudad. El asalto y toma de rehenes a la Distribuidora La Salteña donde cayeron abatidos Francisco Jesús Martínez (37) y Rubén Chandía Tapia (43) a manos de expertos tiradores del Grupo Especial de Operaciones Policiales -GEOP-.
El hecho comenzó pasadas las 17 del 31 de diciembre de 2001 y epilogó veinte minutos antes de la llegada del nuevo año. Decir que tuvo ribetes cinematográficos es poco. En este caso la realidad superó a la ficción ya que ni al más avezado guionista se le hubiera ocurrido poner algunos condimentos que tuvo este caso.
Desde los primeros disparos que agujerearon la puerta de acceso a la distribuidora que se encontraba sobre la calle Vélez Sársfield al 1.600 casi esquina Alem por la llegada del primer policía afuera, el sargento Quintana que se encontraba haciendo servicio adicional apenas a 3 cuadras en La Anónima y se enteró por la red policial y se plantó afuera pistola en mano cuando los 3 individuos se aprestaban a huir con un suculento botín en efectivo, hasta que faltando veinte minutos para el brindis del año nuevo, dos de ellos cayeran abatidos a expensas del GEOP.
La fotografía de lo que se convertiría en un grueso expediente judicial mostraba a ambos asaltantes muertos y tirados en el piso uno al lado del otro; Francisco Jesús “Pancho” Martínez tenía al menos cinco disparos en el corazón y el pecho, unos al lado del otro, en tanto a Rubén Chandía Tapia lo acribillaron con más de media docena de balazos en la cabeza, en la frente, a los costados de los ojos, en una mejilla y la sangre trazaba surcos hacia abajo. Pero antes, en el lapso que reingresaron a la Distribuidora y tomaron los rehenes, hasta que fueran abatidos, hubieron diversas situaciones.
Tarde de perros
“Tarde de perros”, una película de acción protagonizada por Al Pacino en 1975 cuenta una historia parecida, aunque en ese caso son dos los asaltantes de un banco y los rehsnes fueron muchos más. El final fue similar. Lo cierto es que en contados minutos la cuadra de Vélez Sársfield, Alem y Viamonte estuvo rodeada de policías y decenas de curiosos y justo enfrente se encontraba el canal de televisión Atelco que comenzó a grabar en vivo para toda la ciudad.
Y en un momento dado se abre un ventanal del piso superior y pese a taparse con un pañuelo, la voz de “Pancho” Martínez era inconfundible: su actitud emuló al Robin Hood de siglos atrás; comenzó primero a arrojar dinero a la muchedumbre, desde monedas hasta billetes de bajo y alto valor. No conforme con eso, después empezó a arrojar comidas como lácteos y fiambres, entre otros alimentos.
El hecho de estar transmitiendo para toda la ciudad acaparó la atención de miles de personas. En un momento dado, los delincuentes le pidieron al entonces juez penal Oscar Herrera que les trajeran comida y bebidas. ¿Fue pizzas y whisky lo que le trajeron?… Lo cierto es que una botella llegó semiabierta y ellos desconfiaron. “Queremos una botella llena y con la etiqueta puesta, no abierta, pudieron haberle puesto algo para dormirnos” cuentan que dijeron.
Los protagonistas de este sonado caso policial fueron Francisco Jesús Martínez, Rubén Chandía Tapia y un pibe de 21 años llamado Daniel de Vigili a quien aquejaba una enfermedad por entonces casi terminal y fue el único sobreviviente que meses después desde su lugar de encierro en la Alcaidía Policial concedería una entrevista para este diario contando sus vivencias de aquella maldita tarde del año 2001 que padecieron todos los argentinos con la inflación y desocupación galopantes que epilogaron en los famosos “corralitos financieros” que dejaron en la ruina a mucha gente, aunque ese es otro tema.
