Juan Martín Del Potro dejó todo, pero no alcanzó. Arrancó muy bien ante Nadal, lo barrió en el primer set, pero Rafa demostró por qué es el mejor en polvo de ladrillo y ganó por 1-6, 6-4, 6-1 y 7-6 (7-0). España volvió a dejarnos sin el sueño de la Ensaladera de Plata.
Casi dos metros es el porte de Juan Martín Del Potro. Es enorme, una torre. Pero su grandeza va más allá de los centímetros. Delpo dejó todo en La Cartuja de Sevilla, no se guardó nada, batalló más de cuatro horas otra vez, ahora contra Nadal, el número uno en polvo de ladrillo, y se llevó menos de lo que mereció. El 1-6, 6-4, 6-1 y 7-6 a favor de Rafa duele, sin dudas. El llanto que apareció en el último set y en el final del partido demuestran el sentimiento del tandilense y del resto del equipo. Cayó a lo grande.
El cuarto punto de la final estuvo marcado por las emociones y los estados de ánimo cambiantes. Mal comienzo para Delpo, que perdió su saque luego de dos doble falta. Pero al toque levantó y ganó seis games al hilo para llevarse el set y sembrar la ilusión. Allí, Juan Martín no le dio chances al número uno del mundo -y de la historia, para muchos- en polvo de ladrillo. Nadal sintió el cachetazo y levantó en sintonía con la merma del físico de Delpo. Emparejó, logró empatar y la ciclotimia volvió a decir presente. Rafa se agrandó en su rodeo, el argentino sintió el desgaste (venía de jugar casi cinco horas contra Ferrer) y el resultado se dio vuelta: 2-1 a favor de España.
El último set es un capítulo aparte, lleno de idas y vueltas y sensaciones fuertes. Nadal quebró, se puso 2-0 y el estadio, como en casi toda la final, aturdió con el aliento argentino. Un respaldo para Delpo, que no pudo aguantar y largó algunas lagrimas antes de encarar el tercer game. Ahí la Torre se hizo enorme, volvió al juego y las peleó todas (terminó con más winners que su rival: 44 a 35). Corrió, devolvió, atacó y hasta terminó en el suelo. Dejó todo. Tuvo la chance de extender el partido cuando estaba 5-3, pero Rafa volvió. Agota verlo. El tie break fue otra historia. Juan Martín no pudo más. Nueve horas entre los dos partidos demuestran el espíritu batallador. Mereció más.
Argentina volvió a quedarse con las ganas, pero demostró que está en la elite del tenis mundial. España (quinto título), de local y con los dos mejores del momento en polvo de ladrillo, respetó a Del Potro, Nalbandián y compañía. Nunca, ni con el 2-0 a favor del primer día, dio por cerrada la serie. Y eso es mérito argentino. No hay reproches. El plan estuvo acertado y la entrega fue una constante. Ahora hay que hacer el duelo, superar el golpe y prepararse para el 2012. Ya va a llegar.